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Columna de reflexión: Ciencia al servicio de las comunidades: una mirada desde el Trabajo Social

Por: Dr. Mauricio Ureta Bernal, director y académico de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Valparaíso (UV); director del Magíster en Trabajo Social Clínico UV. 

En las últimas décadas, ha cobrado fuerza la idea de poner la ciencia al servicio de la sociedad. Los grandes desafíos contemporáneos —desde el cambio climático hasta las desigualdades sociales—, han hecho evidente que el conocimiento científico, la tecnología y la innovación deben orientarse al bienestar de las personas y los territorios. En Chile, la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI) y su Política Nacional de CTCI ha subrayado este enfoque, reconociendo que estos son agentes transformadores clave para un desarrollo sostenible e integral.

Este paradigma articula la producción de conocimiento con las necesidades concretas de comunidades diversas, promoviendo la participación ciudadana en la definición de problemas y soluciones. En este contexto, el Trabajo Social —disciplina históricamente comprometida con la justicia social y el desarrollo humano— ofrece una perspectiva crítica para vincular la CTCI con el bienestar comunitario.

Ciencia, tecnología e innovación con compromiso social

No basta con generar conocimiento; es crucial para qué y con quiénes se genera. Las ciencias sociales han advertido sobre el riesgo de una “ciencia aislada”, desconectada de los contextos locales. Desde una mirada crítica, numerosos enfoques abogan por democratizar la ciencia, colaborando con actores no académicos y saberes comunitarios. Un ejemplo es la Investigación-Acción Participativa, impulsada por Orlando Fals Borda, que promueve la co-producción de conocimiento entre académicos/as y comunidades para impulsar cambios sociales.

La apropiación social del conocimiento se entiende como el proceso mediante el cual los resultados científicos son internalizados por la ciudadanía, permitiendo traducir el saber técnico en poder para la toma de decisiones locales. Estas perspectivas cuestionan la rígida división entre conocimiento “experto” y “popular”, proponiendo diálogos de saberes que enriquecen la comprensión de los problemas sociales.

A nivel internacional, el Trabajo Social también ha reformulado su relación con la ciencia. La Definición Global del Trabajo Social (FITS) destaca que esta profesión es interdisciplinaria y transdisciplinaria, basada en diversas teorías científicas e investigaciones, entendiendo la ciencia como conocimiento al servicio de la acción. La producción de saber ocurre junto a las comunidades, incorporando sus voces y experiencias. Esta orientación crítica se alinea con los llamados globales a descolonizar el conocimiento, valorizando saberes locales tradicionalmente relegados.

Dr. Mauricio Ureta Bernal.

Así, el Trabajo Social concibe la CTCI como herramienta para transformar realidades sociales. En Chile, iniciativas como Ciencia Pública buscan socializar el conocimiento mediante experiencias participativas y trabajo comunitario.

Del mismo modo, el Programa de Nodos para la Aceleración de Impacto Territorial de la CTCI —del cual forma parte el Nodo CIV-VAL— conecta investigación e innovación con necesidades locales. Este Nodo, que reúne universidades y centros de las regiones de Valparaíso y Coquimbo, busca acelerar el impacto territorial de la CTCI, priorizando el desarrollo a partir de demandas locales.

En esencia, se trata de llevar la ciencia al territorio y traer el territorio a la ciencia. Para el Trabajo Social, la innovación más significativa ocurre al romper silos disciplinares y potenciar la participación ciudadana. Una ciencia con compromiso social implica investigar junto a comunidades vulnerables para resolver problemáticas que ellas mismas identifican, mejorando la vida cotidiana en los territorios.

Además, invita a reflexionar sobre la ética y pertinencia cultural de las intervenciones tecnológicas: ¿Sirven las nuevas tecnologías para incluir a quienes han estado históricamente excluidos, o amplían las brechas? El Trabajo Social aporta una perspectiva ética y de derechos, recordando que el progreso debe medirse según su contribución al bien común y la dignidad humana.

En la Universidad de Valparaíso, esta visión crítica y comprometida de la CTCI se concreta en la labor de nuestra Escuela de Trabajo Social. Con casi 80 años de trayectoria, hemos integrado la vinculación con el medio, la investigación aplicada y la co-construcción de conocimiento como pilares de nuestro quehacer.

El Observatorio de Desigualdades y Políticas Públicas (ODPP) ejemplifica esta convergencia: docentes y estudiantes investigan junto a organizaciones sociales y organismos públicos, generando datos y propuestas para incidir en políticas y programas locales.

Esta labor ha llevado a nuestros/as académicos/as a liderar redes nacionales orientadas al bien público. Por ejemplo, la profesora Elena Salum, coordinadora del ODPP, participa de la Red Académica de Gobierno Abierto de Chile, desde donde la UV fortalece la transparencia y la participación ciudadana. Asimismo, participamos en el Nodo CIV-VAL, convencidos/as de que la colaboración interdisciplinaria es clave para poner la ciencia al servicio del desarrollo territorial.

En síntesis, la experiencia de la Escuela de Trabajo Social UV demuestra que articular la CTCI con el Trabajo Social no solo es posible, sino profundamente fecundo. Cuando la ciencia dialoga con las comunidades, emergen soluciones más pertinentes, legitimidad social para el conocimiento y esperanza en un futuro compartido.

Tal como señala la Agenda Global del Trabajo Social 2020-2030, nuestro desafío es “construir juntos y juntas una transformación social inclusiva”, valorando todas las voces y saberes en el camino. Solo así la ciencia y la innovación cumplirán su promesa de servir al bienestar colectivo, y disciplinas como el Trabajo Social seguirán aportando su mirada humanista para que nadie quede atrás en el avance del conocimiento.