“Uno de los desafíos que tiene la región de Coquimbo es la observación del océano: hay muy pocas plataformas de observación continua para poder entender cómo es la variabilidad climática”.

La ecofisióloga Laura Ramajo es doctora en Cambio Global e investigadora del grupo MAR del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA). Su trabajo se enfoca en determinar las respuestas fisiológicas de los organismos marinos y costeros en el marco del cambio climático. 

“Principalmente estoy centrada en determinar los rangos de tolerancia de las especies a la variabilidad climática para, posteriormente, poder realizar proyecciones y determinar cómo van a responder según los pronósticos existentes”, asegura la experta, que se ha especializado en el estudio de especies marinas, como el ostión. 

Paralelamente, junto al equipo de CEAZA, también se encuentra levantando información sobre la vulnerabilidad, la capacidad adaptativa y la resiliencia de las comunidades costeras, lo que conlleva una gran importancia para la pesquería y el turismo, entre otros rubros de la región de Coquimbo.

La investigadora conversó con el Nodo CIV-VAL respecto a la importancia de crear un diagnóstico que identifique brechas y capacidades, y de qué forma es posible vincular a la ciudadanía para aportar al desarrollo de la CTCi.  

Desde su perspectiva como investigadora del CEAZA, ¿cuáles considera que son los principales desafíos científicos en la Macrozona Centro, especialmente en la región de Coquimbo?

—Uno de los desafíos que tiene la Región es la observación del océano: hay muy pocas plataformas de observación continua para poder entender cómo es la variabilidad climática. Nosotros, en la región de Coquimbo, solo tenemos una, por lo que en términos de observación oceanográfica estamos bastante cojos. También necesitamos un mejor monitoreo de cómo están cambiando los ecosistemas y las especies, es algo transversal, que atraviesa desde las Ciencias Físicas a las Ciencias Naturales y también las Ciencias Sociales. En la región existen muy pocos estudios respecto a la vulnerabilidad y la capacidad adaptativa de las comunidades costeras y por eso es súper difícil generar buenos planes de adaptación, porque no conocemos exactamente cuál es la vulnerabilidad socioeconómica de la sociedad, entre otras aristas.

¿Cuán importante es vincularse con la ciudadanía con este tipo de materias?

—La comunicación de la ciencia hacia la ciudadanía es clave, ya que es muy difícil que una comunidad que no recibe información, que no tiene una cultura científica, logre entender los procesos del cambio climático. En el CEAZA tenemos una vinculación muy estrecha con las comunidades, es parte de nuestro día a día. La información debe ser transmitida de una manera amigable, no solo a través de estos típicos papers o artículos científicos, por lo que hacemos talleres y reuniones. Es importante comunicarle a la comunidad de qué forma todas estas variables científicas pueden afectar a los diferentes actores, desde los pescados, el sector productivo hasta a las personas que hacen deporte en la costa. Es vital porque una población sin conocimiento científico es una población mucho más vulnerable, que no entiende lo que está pasando y no es capaz de prepararse. Del mismo modo, ellos también entregan mucho conocimiento e información histórica, por lo que el diálogo y el traspaso de conocimiento funciona hacia ambos lados. 

¿Cuál es la importancia de que exista una iniciativa como el Nodo CIV-VAL, y de qué forma puede aportar al desarrollo de la ciencia, tecnología, conocimiento e Innovación en la Macrozona Centro?

—Es muy interesante hacer un diagnóstico de la situación actual de CTCi, ya que puede ayudar a dirigir las investigaciones y los estudios para poder mejorar las brechas y, finalmente, abordar temáticas como el cambio climático. Estamos en un período clave de tomar decisiones muy importantes que nos pueden arrastrar a un futuro mejor o peor. Por lo que levantar este tipo de información, y que haya un proyecto que se dedique a realizar todo el diagnóstico desde la CTCi, es primordial para conectarnos y saber lo que está ocurriendo o lo que están haciendo los otros colegas. 

—Desde el Nodo CIV-VAL también se identificó un mapa de actores clave en el ecosistema de CTCi, ¿de qué forma aportan ese tipo de iniciativas?

—Mientras más actores se identifiquen, mucho mejor, ya que hay muchas realidades y maneras de relacionarse con las regiones, el océano y la tierra. Por lo mismo, mientras más diverso sea este mapa de actores, será mucho más enriquecedor, ya que todos tienen una perspectiva diferente del desarrollo o frente a qué problemas debe responder la ciencia. Este tipo de acciones son valiosas y permiten la articulación entre las comunidades y el mundo científico. 

COLUMNA DE OPINIÓN

“A partir de la irrupción de esta pandemia, las palabras ‘virus’, ‘cepa’, ‘mutación’, ‘antígeno’, y ´PCR´, se volvieron comunes para la población entera”.

Por Giuliano Bernal Dossetto, profesor titular, jefe del Laboratorio de Biología Molecular y Celular, CáncerLab, del Departamento de Ciencias Biomédicas, Facultad de Medicina, Universidad Católica del Norte.

La pandemia mundial que nos aqueja desde inicios de 2020, ha permitido visualizar como nunca antes, la relevancia e importancia que posee la ciencia y la tecnología en la sociedad. Apenas se conocieron los primeros casos de esta enfermedad en China, fueron científicos quienes aislaron e identificaron este nuevo virus, llamado SARS-CoV2, y ya en enero de 2020, a pocas semanas de la irrupción de la enfermedad, eran científicos los que daban a conocer la secuencia genómica de quien cambiaría dramáticamente la forma en que vivíamos y nos relacionábamos. A partir de la irrupción de esta pandemia, las palabras “virus”, “cepa”, “mutación”, “antígeno”, y “PCR”,  se volvieron comunes para la población entera.

En Chile, se reportaba el primer caso en los primeros días de marzo de 2020, y de inmediato la ciencia se ponía al servicio de la comunidad. Fue el Instituto de Salud Pública (ISP) quien hizo los primeros diagnósticos mediante PCR (del inglés Polimerase Chain Reaction), y a fines de ese mes, el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, dirigido por el Dr. Andrés Couve (Doctor en Biología Celular), formaba una mesa de trabajo que en su primera acta declaraba: “El objetivo de la mesa es organizar y disponibilizar datos públicos de la epidemia COVID-19 para realizar análisis predictivos, científicos y clínicos, contribuyendo a la comprensión de la epidemia y a la toma de decisiones basadas en evidencia”, o sea, científicos de la más alta categoría aunando esfuerzos al servicio del país. A partir de ahí, se hizo un ferviente llamado a las Universidades, en particular a los laboratorios que desarrollaban la técnica de PCR, con fines científicos, y no necesariamente aquellos dedicados al área de salud, si no a todos aquellos con experiencia en esta técnica.

De hecho, muchos de nuestros colegas, dedicados al estudio de organismos marinos y terrestres, pusieron su experticia y equipamiento a disposición de las autoridades en el combate de esta pandemia. Y es precisamente aquí donde los científicos se volvieron visibles para nuestra población, y es gracias a estos científicos, que en Chile se pueden realizan más de 70.000 PCR diarios para controlar el avance de la enfermedad. Como antecedente, podemos contextualizar que la técnica de PCR fue concebida por el Dr. Kary Mullis en 1983, pero no fue hasta inicio de los años 90’ que se desarrolló como la conocemos ahora, o sea más de ¡30 años atrás! En Chile, probablemente los primeros ensayos de PCR se realizaron a mediados de los 90’ en alguna de nuestras principales Universidades.

No obstante, para la población de nuestro país este era un término desconocido. Incluso, probablemente para muchas de nuestras autoridades sanitarias también lo era. Basta recordar el impasse de la Subsecretaria de Salud, Dra. Paula Daza, al inicio de esta pandemia, al confundir la técnica de PCR con la Proteína C Reactiva, que casualmente comparte la misma sigla. Pero no es su culpa, tal vez los responsables del desconocimiento popular del quehacer científico, se deba a que los mismos científicos no hemos sabido dar a conocer, de manera eficiente y amena, lo que realizamos en cada una de nuestras actividades. Al respecto, la segunda Encuesta Nacional de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en Chile (2018-2019)*, indica que el 78% de la población encuestada considera que los científicos/as son profesionales que poseen mucho prestigio.

No obstante, el 76% se declara poco o nada informado en ciencia. El 81,5% cree que la ciencia y la tecnología traerá consigo muchos o bastantes beneficios al mundo, pero de inmediato, el 74,3% cree que la ciencia y la tecnología traerá muchos, o bastantes riesgos también. O sea, tenemos una población que cree que la ciencia es beneficiosa y riesgosa al mismo tiempo, y que quienes la imparten, son personas de prestigio, sin tener en nada claro que hacen estos científicos que creen prestigiosos. Difícil conclusión, blanco y negro, sin grises de por medio.

Para aclarar un poco la relevancia e importancia de nuestros científicos y el quehacer de la ciencia que realizan me permitiré entregar dos ejemplos. El primero de ellos tiene que ver con la vacunación contra el SARS-CoV2. Al 21 de junio de 2021, MINSAL declara que 11.729.210 personas (78,6% de la población objetivo) ya tienen su primera dosis, y que 9.360.885 ya han completado su esquema de vacunación (61,6% de la población objetivo). Esto es sin duda un gran éxito, y nos sitúa en los primeros lugares a nivel mundial en porcentaje de población vacunada. Pero gran parte de ese éxito no hubiese sido posible si un investigador nacional, el Dr. Alexis Kalergis (Doctor en Microbiología e Inmunología), quien fue el director del estudio clínico de la vacuna Sinovac en Chile, no hubiese tenido contactos previos con esta empresa china en el marco de sus investigaciones, y de esta forma, lograr que esta empresa suscriba rápidamente acuerdos de colaboración con la Pontificia Universidad Católica, en donde es Profesor Titular, en junio de 2020. De no haber intervenido este científico, gracias a sus investigaciones previas, es probable que nuestro tasa de vacunación haya sido similar a la que se observa en otros países de Latinoamérica, la que es bastante lenta.

El otro ejemplo, es digno de mencionar, ya que esta semana, la Universidad Austral de Chile firmó un acuerdo de licencia comercial con la empresa europea NanoTag Biotechnologies, para la comercialización y distribución a nivel internacional del anticuerpo W25 contra el SARS-CoV2 para su uso en investigación, el que promete resultados poderosos en la batalla contra este virus. El trabajo, liderado por el Dr. Alejandro Rojas (Dr. en Bioquímica), logró identificar y producir este anticuerpo, el que puede unirse con gran afinidad al virus y a sus variantes, además de ser estable a la nebulización y a altas temperaturas, siendo una excelente opción terapéutica, posible de ser aplicada en todo el mundo.

Como vemos, en estos ejemplos asociados a la pandemia, el aporte de nuestros científicos, ha permitido no sólo contar con una de las mejores tasas de vacunación a nivel mundial, si no que también nos permite contar con tratamientos que podrían poner fin a la crisis sanitaria que vivimos. Y todo esto, a pesar de una inversión paupérrima por parte del Estado, ya que de acuerdo al Banco Mundial, Chile se encuentra entre los países con menor gasto en Ciencia y Tecnología (% del PIB), con apenas un 0,36%, mirando con envidia a países como Israel (4,95%), Corea del Sur (4,81%), Suiza (3,37%), Suecia (3,34%) o Japón (3,26%), en donde su crecimiento y economía, se debe en gran parte a la ciencia que desarrollan. 

Para cerrar, quiero mencionar a la Sra. Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), quien asegura que “el aporte de la ciencia, tecnología e innovación en los tiempos de crisis por la enfermedad del coronavirus (COVID-19) es clave para enfrentar los actuales desafíos de salud, pero también para apoyar los esfuerzos productivos de la recuperación económica tras la pandemia”, y luego recalcó, “lo que buscamos, es poner a la ciencia y tecnología al servicio de las personas, abrir un nuevo espacio de desarrollo con nuevos sectores, servicios y productos, un desarrollo productivo y tecnológico”. ¡Qué así sea!

Cada una de las instituciones que forman parte del nodo CIV-VAL tiene un importante “camino recorrido” en lo que a CTCi respecta. El trabajo articulado de todas estas instituciones con el mismo fin de potenciar el desarrollo científico de la Macrozona Centro tendrá sin dudas beneficios en el corto y largo plazo”. 

Arlek González-Jamett es bioquímica con doctorado en Neurociencia, académica de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Valparaíso e investigadora del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV). “Mi labor es liderar una línea de investigación de interés en el campo de la Neurociencia y, en ese contexto, participar en la formación académica de estudiantes de pre y postgrado de carreras afines de la UV”, explica.

A través de su trabajo, busca comprender los mecanismos moleculares que contribuyen al desarrollo de la miopatía centronuclear enfermedad neuromuscular hereditaria—, y de la enfermedad de Alzheimer, usando modelos animales de ambas patologías. 

Desde su rol clave como investigadora y participante activa del ecosistema de CTCi, Arlek se refirió a la importancia del Nodo CIV-VAL y a las capacidades y brechas de las regiones de Valparaíso y Coquimbo. 

¿Cuál es la importancia de que exista una iniciativa como el Nodo CIV-VAL, y cómo puede aportar al desarrollo de la CTCi en Macrozona Centro?

—Iniciativas como el Nodo CIV-VAL son tremendamente relevantes para fortalecer la ciencia con un enfoque regional. Históricamente la ciencia en regiones está menos representada desde el punto de vista de los recursos que se le asignan y del desarrollo científico que se ha alcanzado. Identificar las potenciales causas es fundamental para la implementación de políticas públicas que permitan acortar las brechas.

Cada una de las instituciones que forman parte del nodo CIV-VAL tiene un importante “camino recorrido” en lo que a CTCi respecta. El trabajo articulado de todas estas instituciones con el mismo fin de potenciar el desarrollo científico de la Macrozona Centro tendrá sin dudas beneficios en el corto y largo plazo. 

¿Cuáles son los principales desafíos o brechas que deben ser enfrentados en el área de la neurociencia para impulsar el desarrollo socioeconómico?

—La investigación en el área de la Neurociencia ha permitido avanzar muchísimo en entender las bases moleculares y fisiológicas de las patologías más relevantes del sistema nervioso. Entre ellas, muchas enfermedades de base siquiátrica son estudiadas por importantes grupos en Chile y el mundo. Estrés, depresión, trastornos obsesivos compulsivos  son sin duda condiciones neuropatológicas que causan  “bajas” importantes en el ámbito laboral y que sin duda impactan en aspectos socioeconómicos relevantes. El desafío de quienes se mueven en el campo de la Neurociencia es “convencer” sobre la importancia de sus investigaciones y el potencial impacto que éstas pueden llegar a tener en estos aspectos que importan a toda la comunidad.

¿Cuáles son las capacidades más relevantes con las que cuenta la macrozona centro en torno a esta área?

—En la macrozona centro existen grupos muy importantes trabajando en temas afines. En CINV existen investigadores consolidados que se han dedicado por años a dilucidar los mecanismos que conducen a enfermedades neurosiquiatricas de interés. El desafío es sin duda llegar a hacer visibles los hallazgos en instancias distintas a las netamente académicas, teniendo posibilidad de influir de algún modo en políticas públicas en las que se enmarquen estas problemáticas. 

¿Cuán importante es vincularse con la ciudadanía para informar sobre las investigaciones científicas y tecnológicas?

—Difundir al mundo “no científico” el trabajo que realizamos desde la Academia y los Centros de Investigación es tremendamente relevante y a mi parecer es todavía una tarea pendiente para la mayoría de nosotros. En general la ciudadanía tiene claro lo importante que es apoyar el desarrollo científico y tecnológico de  un país para que otros aspectos como la educación y la salud se fortalezcan. Sin embargo, existe bastante desconocimiento sobre lo que se hace en Chile en general y en nuestra Macrozona en particular desde el punto de vista de la Ciencia. Generar instancias para que esa vinculación exista de manera permanente es muy necesario.

“Me parece muy bien centrar parte de las investigaciones en torno a la alimentación, ya que es una problemática que existe y que seguirá existiendo, sobre todo con los problemas del cambio climático y el aumento de la población”.

La ingeniera civil bioquímica y doctora en Ciencias de la Ingeniería, Carmen Soto, ingresó en el año 2008 como investigadora al Centro Regional de Estudios en Alimentos Saludables de Valparaíso (CREAS), donde ha desarrollado su carrera enfocada, principalmente, en los bioprocesos, la ingeniería aplicada a los alimentos y la biotecnología industrial. 

“Durante los últimos años, he centrado mi trabajo en la revalorización de residuos y la recuperación de biomoléculas. En el Centro hacemos ciencia, pero también harta investigación aplicada para poder dar soluciones a ciertos actores de la cadena alimentaria”, sostiene la experta, que también se refirió al potencial que tiene la Macrozona Centro para desarrollar investigaciones de calidad y cuán importante es la educación alimentaria para la sociedad.

¿Qué te parece que exista una iniciativa como el Nodo CIV-VAL y de qué forma puede aportar al desarrollo de la Macrozona Centro?

—Me parece muy bien que existan este tipo de programas como el Nodo CIV-VAL que permitan visibilizar e impulsar el sector a través de un trabajo colaborativo y complementario. Porque, en ocasiones, los investigadores no sabemos qué están haciendo los otros centros y, en esa línea, la comunicación es fundamental. 

La región de Valparaíso es un sector que por muchos años se ha descrito como una zona universitaria, donde se genera bastante investigación. Por lo mismo, creo que es importante potenciarlo para que se nos considere como un actor relevante a nivel país y se demuestre que aquí también se puede hacer ciencia, innovación, investigación y emprendimientos de calidad. 

Me parece muy bien centrar parte de las investigaciones en torno a la alimentación, ya que es una problemática que existe y que seguirá existiendo, sobre todo con los problemas del cambio climático y el aumento de la población; hay una obligación de cubrir esta necesidad. Enfocarnos en esa área siempre será esencial para tener una seguridad alimentaria de todo tipo: tanto de disponibilidad, como de acceso. 

Desde tu experiencia como investigadora, ¿cuáles piensas que son las principales fortalezas y debilidades de la Macrozona Centro en torno a la CTCi?

—El problema mayor de la región está enfocado en la falta de agua y es algo que habrá que sopesar y mejorarlo. Además, como sector industrializado hay que darle énfasis a la generación de emprendedores para que tengan ganas e interés de instalarse acá. Eso mismo impulsará, por ejemplo, el desarrollo agronómico o el área de procesos. Por otro lado, creo que nuestra gran ventaja en la macrozona es la diversidad: tenemos un sector que es rico en conocimiento, tanto científico como aplicado; con grandes universidades y centros de investigación en ambas regiones. De cierta forma, estamos todos remando hacia la misma meta y eso es una gran fortaleza.

¿Cómo evalúas la vinculación y el trabajo asociativo en la zona?

—Es un punto débil, todavía hay una deuda desde el mundo gubernamental o político. Además, hace falta sinergia entre los centros de investigación, el mundo académico y las empresas, ya que la desconfianza de las grandes industrias todavía existe. Muchas veces, el concepto que tienen las grandes industrias o algunos emprendedores de desarrollo es muy distinto al que tenemos nosotros, los investigadores e investigadoras, por lo que hay que generar una mayor divulgación y difusión para mostrar, de una forma adecuada, cuáles son los alcances que tiene la investigación y generar las expectativas correctas. 

¿Por qué crees que es importante vincular e informar a la ciudadanía respecto a las investigaciones científicas en el área de los alimentos?

—Es esencial porque es importante que la gente sepa qué está comiendo, por qué y para qué. Es vital que empiecen a adquirir conocimientos desde pequeños para poder empoderarse, tomar mejores elecciones y presionar a la industria alimentaria para obtener otro tipo de alimentos o cubrir otras necesidades. La gente se interesa porque es algo que conoce. Por ejemplo, a los niños les explicamos que la mamá y el papá hacen ciencia en la cocina y que eso genera conocimiento, por lo que lo sienten cercano y saben que les afecta directamente. Esto genera que, en algún momento, la empresa que elabora alimentos tenga que hacer un cambio de switch para poder satisfacer las necesidades de sus consumidores, ya sea porque, como industria, tienen una conciencia real o porque quieren mantener al cliente. En esa línea, es clave que las personas tengan conocimientos de ciencia. 

Durante la segunda sesión del Comité de Coordinación Macrozonal, fueron presentados los resultados de la “Consulta Nodo CIV-VAL”, que entregó una radiografía general sobre las prioridades temáticas en las regiones de Valparaíso y Coquimbo.

Con el propósito de informar respecto a los avances en la etapa de diagnóstico, el Nodo CIV-VAL convocó, de forma virtual el pasado jueves 10 de junio, al segundo Comité de Coordinación Macrozonal (CCM), conformado por representantes de la academia y el sector público y privado, quienes son los encargados de aportar con ideas y validar el trabajo del equipo.

Cabe recordar que la iniciativa “Articulación y consolidación del Nodo ‘CIV-VAL’ para la aceleración del impacto territorial de la CTCi en la Macrozona Centro” es financiada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y ejecutada por ocho instituciones de las regiones de Valparaíso y Coquimbo (PUCV, UV, UTFSM, ULS, UCN, CINV, CEAZA, CREAS), que trabajarán en conjunto durante 24 meses para identificar las brechas que han limitado el desarrollo científico en el territorio e implementando acciones piloto.

Durante esta segunda sesión, fueron presentados los resultados de la “Consulta Nodo CIV-VAL para la aceleración del impacto territorial de la CTCi”, que permitió disponer de una radiografía general sobre las prioridades temáticas de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación en las regiones de Valparaíso y Coquimbo. La encuesta circuló de forma masiva entre un mapa de actores identificado previamente por el Nodo CIV-VAL, que incluyó a representantes de universidades, centros de investigación, la sociedad civil y el sector público y privado.

En esa línea, el director del Nodo CIV-VAL y director de Incubación y Negocios de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), Etienne Choupay, aseguró que esta primera consulta permite avanzar y “contribuir a la creación de una hoja de ruta que logre identificar claramente, a partir de las capacidades de desarrollo científico y tecnológico que existen en la macrozona, de qué forma podemos impulsar acciones que potencien el territorio como un bien público en articulación con los otros nodos macrozonales. Además, es un proceso que se está trabajando de la mano con la ANID y los diversos actores que han sido identificados dentro del ecosistema de CTCi”. 

Taller participativo

Para potenciar la retroalimentación y sinergias entre los asistentes, se realizó un taller participativo, donde se plantearon preguntas consideradas clave para el ecosistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación: ¿qué elementos dificultan o desincentivan la articulación o vinculación entre los actores? Y ¿qué soluciones pueden mejorar el funcionamiento del ecosistema CTCi, en relación a su articulación para el impacto territorial? Estas interrogantes dieron pie a una interesante conversación entre los participantes.

En ese sentido, Andrea Calixto, investigadora del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV), aseguró que una de las principales barreras es la escasez de tiempo para vincular a la academia con el sector privado: “es primordial tener personas dedicadas específicamente a trabajar en la relación con la industria y el desarrollo de la CTCi, pues hay que articularse y extender las confianzas para que esa labor sea reconocida como un trabajo de tiempo completo. Por lo mismo, es necesario incentivar una mayor contratación de personal en esas áreas”.

Por su parte, Wolfgang Stotz, secretario de investigación de la Universidad Católica del Norte (UCN), sede Coquimbo, destacó la necesidad de “trabajar para generar redes con los exalumnos, con el objetivo de mantener el contacto entre las universidades y los profesionales que ingresan al mundo productivo. De esta forma, se potencia el interés en la ciencia y la conexión entre ambos sectores”.

Finalmente, Pier-Paolo Zaccarelli, past president de la Cámara Regional del Comercio de Valparaíso (CRCP), hizo hincapié en que “ambas regiones deben potenciar la asociatividad. Es importante impulsar la capacidad de conectarse para innovar y ser más creativos, convocando a todos los actores de la cadena de CTCi y los stakeholders”. 

Es importante recalcar que, durante los próximos meses, el Nodo CIV-VAL continuará trabajando para la aceleración del impacto territorial de la CTCi en la Macrozona Centro, específicamente en la sistematización de estudios y reportes en áreas seleccionadas; talleres de identificación de problemas y/o brechas del ecosistema CTCi macrozonal; entrevistas a actores clave y mesas temáticas, entre otras iniciativas. 

Con el objetivo de aportar al desarrollo de la ciencia, tecnología, conocimiento e innovación de la regiones de Valparaíso y Coquimbo, el Nodo CIV-VAL convocó de forma exitosa al primer Comité de Coordinación Macrozonal (CCM), instancia en la que participaron representantes de la academia y del sector público y privado, quienes serán los encargados de asesorar y validar los avances del proyecto.

Cabe mencionar, que la iniciativa denominada “Articulación y consolidación del Nodo ‘CIV-VAL’ para la aceleración del impacto territorial de la CTCi en la Macrozona Centro” es financiada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y ejecutada por ocho instituciones de la zona (PUCV, UV, UTFSM, ULS, UCN, CINV, CEAZA, CREAS), quienes trabajarán en conjunto durante 24 meses para identificar las brechas que han limitado el desarrollo científico en el territorio, implementando acciones piloto y visibilizando sinergias.

En esa línea, diferentes actores clave del ecosistema de ciencia y tecnología con equilibrio territorial y de género fueron invitados a participar activamente de este CCM para aportar con ideas y colaborar en la definición de prioridades en áreas específicas, proponiendo soluciones que se adapten a las necesidades de ambas regiones y que apunten a la sustentabilidad.

Durante esta primera instancia, el director del proyecto, Etienne Choupay, validó la importancia del CCM: “La conformación de este Comité es primordial para el trabajo del Nodo CIV-VAL, ya que se trata de nuestro máximo órgano de orientación, quienes tienen como objetivo asesorar estratégicamente al equipo, validar los resultados, motivar los avances y entregar diversos consejos sobre cómo visibilizar las brechas o incluir nuevos actores”.

Por otro lado, Patricia Muñoz, directora del Programa de Información Científica de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de la ANID, reconoció el trabajo y los desafíos del equipo: “Hay una necesidad de generar interacción desde los territorios hacia las instituciones, crear instrumentos en conjunto y responder a las brechas y los requerimientos. Creemos que, a futuro y gracias al trabajo de este Nodo, podremos tener una gobernanza y una articulación desde las regiones”.

En la actividad también estuvo presente la seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de la Macrozona Centro, María José Escobar, quien aseguró que “el Nodo CIV-VAL representa este anhelo de trabajar colaborativamente para el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Todo lo que aquí se genere nos dará herramientas para crear políticas públicas que ayuden a que las regiones sigan creciendo”.

Para finalizar, Marcelo Olivares, director alterno del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Católica del Norte (UCN), entregó un adelanto del plan estratégico que se planea realizar durante estos dos años: “El proyecto contempla un proceso de diagnóstico y una posterior hoja de ruta, por lo que debemos identificar a los actores primordiales de la Macrozona Centro, priorizar áreas de desarrollo territorial y caracterizar las capacidades que existen en el sector. De esta forma, podremos aportar al progreso de la ciencia, tecnología, conocimiento e innovación de las regiones de Valparaíso y Coquimbo”.

Es importante destacar que esta iniciativa de la ANID también abarca diversas macrozonas a lo largo del territorio, como parte de su estrategia para incorporar los contextos locales y así fortalecer las capacidades en CTCi en todo Chile.

La Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) adjudicó recientemente el Concurso Nodos para la Aceleración de Impacto Territorial de la CTCi (ciencia, tecnología, conocimiento e innovación) al proyecto presentado por ocho instituciones de educación superior y centros de investigación de las regiones de Coquimbo y Valparaíso.

Se trata de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Técnica Federico Santa María, Universidad de Valparaíso, Universidad Católica del Norte, Universidad de La Serena, el Centro Regional de Estudios en Alimentos Saludables (CREAS), Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) y el Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV).

La propuesta “Articulación y consolidación del Nodo ‘CIV-VAL’ para la aceleración del impacto territorial de la CTCi en la Macrozona Centro” deberá -en 24 meses- identificar las brechas que han limitado el desarrollo científico en dicho territorio, implementando diversas acciones pilotos y visibilizando capacidades, y sinergias entre los distintos actores del ecosistema de ciencia y tecnología. Todo ello, al alero de un modelo sustentable.

Para cumplir este objetivo, el proyecto se implementará en dos etapas: la primera de ellas, correspondiente al diagnóstico y elaboración participativa de hojas de ruta o planes de acción para el fortalecimiento transversal de las capacidades, áreas o necesidades específicas de CTCi de la macrozona y; la segunda, a la estrategia de implementación de dichas hojas de ruta y de acompañamiento a los proyectos o actividades priorizadas.

Adicionalmente, se formará un Comité de Coordinación Macrozonal del Nodo “CIV-VAL”, con representantes de la academia, sector público, privado y la sociedad, con equilibrio en género y territorio, para asesorar y validar los avances del proyecto.

Polo de desarrollo tecnológico y económico

“Estamos muy contentos con la adjudicación de este proyecto, fruto de un trabajo integrado y colaborativo entre nuestra Casa de Estudios y cuatro universidades de dos regiones del país, un centro milenio (CINV) y dos centros regionales del Programa Regional de ANID (CREAS y CEAZA), que refleja el esfuerzo mancomunado a nivel macrozonal para nivelar brechas en ámbitos de CTCi”, señaló Etienne Choupay, director de la iniciativa.

“Esperamos con este Nodo poder mejorar la respuesta desde las instituciones que lo conforman a los distintos desafíos de sociedad y el sector productivo a partir de la CTCi, así como también estrechar vínculos entre las comunidades de académicos e investigadores de la macrozona Centro”, agregó.

Además, sostuvo que este trabajo permitirá fomentar el progreso de prototipos y pilotos de proyectos de I+D+i colaborativos, y el trabajo macrozonal coordinado en esta área. “Queremos posicionar a la macrozona como polo de desarrollo tecnológico y económico en áreas prioritarias para las regiones IV y V, y el país”, acotó.

Cabe destacar que esta iniciativa de la ANID ha abarcado diversas macrozonas a lo largo del territorio, como parte de su estrategia para incorporar los contextos locales y así fortalecer las capacidades en CTCi en todo Chile.

Fuente: https://www.pucv.cl/uuaa/pucv-junto-a-otras-siete-instituciones-se-adjudican-proyecto-para/